Había una vez una farola muy mayor que siempre había estado en el mismo lugar desde hacía muchos años. Ese lugar, era la plaza de un pequeño pueblo cercano al mar.
Durante toda su vida, Claudia la farola había alumbrado la plaza de aquel pequeño pueblo costero junto con otras cuantas farolas más.
Cada día, a la misma hora, justo cuando el sol se escondía dejando la plaza del pueblo sin apenas claridad, Claudia la farola encendía su gran bombilla para devolver la luz y la alegría del pueblo.
Sin embargo, un día, algo horrible ocurrió, justo cuando el sol se estaba poniendo, la farola Claudia no se encendió, y tampoco el resto de farolas de ese pueblo. Claudia le pregunto a su amiga la farola Isabel: «¿Sabes que ha podido ocurrir? Es la primera vez, en más de 50 años que tengo de vida, que me pasa esto…«.
Isabel que estaba tan sorprendida como nuestra alta Claudia, le respondió: «pues no tengo ni idea, no se que a podido pasar, fíjate el pueblo esta a oscuras«.
Pero de repente, se vieron unas cuantas luces que se acercaban hacia la plaza, parecían linternas… Claudia enseguida reconoció a una de las voces que se estaban acercando, era el alcalde del pueblo.
Iba acompañado de otras dos personas más hablando del apagón que tenían en todo el pueblo. El alcalde iba diciendo una y otra vez: «»¡Pero eso no puede ser posible! ¿Como nos hemos podido quedar sin electricidad? No lo entiendo…» decía el alcalde resignado.
Claudia la farola, ahora sin luz, que escuchó todo lo que había dicho el alcalde del pueblo, dijo a su amiga la farola Isabel: Sigue leyendo →