Pasaron los días y “Gallo Veloz” fue adquiriendo mayor popularidad. Le admiraban y le querían sinceramente. No había casa que no hubiese visitado. Participaba en todas las tertulias interesantes, visitaba a los ciudadanos enfermos y con problemas, colaboraba con el servicio de correos en el envío de mensajes urgentes. En fin, no paraba, iba de un sitio a otro sin darse tregua.
Llegó un momento en el que casi no podía dar abasto a todas las necesidades de la comunidad. A pesar de su gran velocidad de desplazamiento apenas tenía tiempo para llegar a todos los lugares desde donde se le requería. Aunque no descansaba, acudía contento y presuroso a cualquier lugar.
Se podía decir que Tristburgo era ahora un país feliz. Estaban orgullosos de su “Gallo Veloz”, llegando su fama a los confines de la tierra.
No era sólo un gallo amable y servicial, tenía además otra serie de cualidades que le hacían agradable aunque a veces también resultaba un poco pesado. Uno de sus mayores placeres era gastar bromas.
Cierto día se creó una gran inquietud por la presencia de fantasmas en diversos lugares. Muchas personas, mientras estaban ocupadas en sus quehaceres o simplemente descansando, fueron golpeadas ligeramente en el hombro; al volverse para ver quien les estaba llamando veían que no era nadie. Este acontecimiento se repitió muchas veces. Confusos y sin saber que hacer, decidieron consultar con el sabio Pániker.
– No tengo ni idea de lo que puede estar pasando, pero se me ocurre que quizás podríamos hablar con “Gallo Veloz” para que nos ayude a resolver el enigma. Sigue leyendo →