Cuento Infantil para niños; creado por: El Equipo de Cuentos Infantiles Cortos
Margarita se despertó con una sensación de familiaridad en la nariz que le hizo volver a dormirse unos minutos y soñar con el momento que recordaba. Sus padres estaban preparando café y tostando pan en la cocina, y ese olor a Margarita le recordaba el momento en que nació su hermana pequeña, Teresa.
Se levantó muy contenta y con la nariz por delante fue directa a la cocina sin vestirse ni asearse, tenía que oler de cerca aquel manjar. Sus padres al verla con el pelo revuelto, en pijama y sin zapatillas se enfadaron con ella, porque se podía poner enferma, y que el resfriado le taponara la nariz y no pudiera oler nada.
Cuando la vieron con la nariz metida en el tostador y en la cafetera, comenzaron a reírse, sabían que para Margarita esos olores eran muy importante en su vida, y que le recordaban mucho a Teresa recién nacida.
Ese día Margarita pudo experimentar una cadena de olores en su nariz y su cerebro, ya que a raíz de las tostadas y el café, vino el olor a bebé de su hermana, cuando regurgitaba un poco de leche de su mamá, y cuando se acercaba a olerle la ropita. Eran olores muy tiernos y la niña no se los quería perder.
Cuando llegó al colegio, enseguida supo qué había de comer, macarrones con tomate y ensalada de cangrejo, ¡mmm!, se lo comería todo sólo por cómo olía. Sus amigas de clase la observaban y de repente le dijeron:
– «Margarita, pareces un perrito olisqueando todo, ¿qué te pasa hoy?».
La niña contestó: – «¡Me encanta sacar a pasear a mi nariz!, ¿porqué no probáis vosotras?».
En cuestión de minutos, todas las chicas de su clase y ella incluida estaban olfateando la pizarra, los babys, las ventanas, los cuadernos… ¡Qué de olores agradables! Eran expertas en buenos olores, y eso les hacía sentirse orgullosas, ya que no todo el mundo sabía apreciar los buenos olores, y tampoco sabían sentirse bien con ellos.
Así que a partir de entonces, cualquier buen olor que se respiraba por los pasillos del colegio, allí estaban las niñas compartiéndolo y disfrutando de él. Así fue como la felicidad de sentirse bien por oler bien se transmitía de unos a otros, hasta que de tanto oler, a Margarita se le hinchó mucho la nariz, y tuvo que estar varios días sin utilizarla.
De esa manera, aprendió a racionar la capacidad de oler, y la dejó para aquellos olores que le devolvían a algún lugar precioso del pasado, y para disfrutar de los momentos olorosos más alegres del presente.
FIN
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Fabuloso, esto es increíble me encanta a mi y a mi hija.