LAS PIEDRAS DEL CAMINO AZUL

Cuento Infantil para niños; escrito por: El Equipo de Cuentos Infantiles Cortos

Había una vez un camino de color azul en diferentes tonos, el principio del camino se veía de un tono azul claro, celeste como el cielo, y el final del camino era azul marino, casi negro como el fondo del océano.

Las piedras que daban el color al camino eran todas iguales, pero según incidía en ellas la luz se veían coloreadas de diferente manera, y al mismo tiempo, las muy pillinas se iban girando, y según como estuvieran colocadas también influía en la intensidad del color azul.

Cuentos infantiles - Lucia la obediente

Un buen día una niña con una larga trenza rubia, que no sabía el misterio de las piedras azules, iba cantando tan alegre por el camino, y de repente se paró en seco porque pensó que el camino se cortaba.

– «¡Aquí ya no hay camino, se ve tan oscuro que parece un agujero!», – exclamó la niña un poco triste.

Y se quedó mirando fijamente el suelo, ya que ella quería seguir a casa de sus primos al final del camino, pero si le daba tanto miedo no iba a poder continuar. La niña tenía una sensación extraña, llegó a pensar que si miraba mucho el suelo, se volvía de un azul cada vez más clarito, y así estaba sucediendo.

Cuando alzó la vista para ver lo que aún le quedaba para llegar, cuál fue su sorpresa que el camino era de un color azul precioso, tanto que parecía que estaba atravesando un enorme lago.

Siguió andando hasta llegar a casa de sus primos, a los que les contó su descubrimiento. Ellos al escucharla atentamente, y verla tan asustada, se empezaron a reír a carcajadas. La niña no sabía qué pasaba y empezó a enfadarse un poco, y fue cuando sus primos le explicaron de lo que se reían:

– «Nosotros ya conocíamos este camino mágico, por eso nos reímos. Y la razón de que cambie de color no es que mires a las piedras fijamente, sino que ellas juegan contigo, y cuando se dan cuenta de que tienes miedo, cambian de posición y se ven de diferente color».

La niña aún algo enfadada, empezó a dibujar una sonrisa en su boca, y terminó riéndose también a carcajadas con sus primos.

– ¡Qué listas las piedras, y qué sensibles a las emociones de los niños!.

Los niños salieron entonces a jugar con las piedras, se pusieron al final de camino, donde desde lejos parecía el fondo del océano, y al sentir alegría, las piedras cambiaron de color, y al ponerse en la mitad del camino, y sentir miedo y tristeza, éstas se pusieron de un tono más oscuro.

Así pasaron la tarde jugando a las emociones, aprendieron a distinguir unas de otras, y a reírse de ellos mismos. La niña al ver lo bien que se lo pasó aquella tarde, tuvo una idea magnífica.

Delante de su casa, dónde había un pequeño trozo de jardín, construyó un camino azul. Por las tardes invitaba a sus amigos a que jugaran a las emociones en su sendero, y así fue como la niña enseñaba las emociones a todos sus amigos, y se hizo una verdadera experta emocional.

FIN

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