GABRIEL Y LOS DINOSAURIOS EN LA CIUDAD QUE CAMINA – 2ª Parte

Cuento Infantil para niños y niñas, escrito por: Isella Carrera Lamadrid

Eran muchísimos dinosaurios, desde la laguna donde se encontraba, observó un Leviatán, dos Titanosaurios enormes y dos pequeños Purusaurus. ¡Cinco! ¡Cinco dinosaurios! Gabriel no podía creerlo, tenía frente a él a las criaturas más interesantes del mundo y lo mejor de todo es que vivían muy cerca de la casa de sus abuelos.

 

– ¡Pensé que ya no existían! – Se dijo asombrado para sí.

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Después de un rato, uno de los Purusaurus se percató de su presencia, pero en vez de echarse a correr, Gabriel esperó a que se acercara.

– No deberías estar aquí, pequeño.

Gabriel se sorprendió al oírle decir esas palabras al Purusaurus.

– Vengo de la ciudad que camina y quiero evitar que mis abuelitos tengan que irse de allí.
– Oh, esa es la ciudad que se va achicando poco a poco. – Dijo el Purusaurus mientras acercaba su cabeza hacia el niño.

– Sí, esa misma. – Dijo Gabriel entrecerrando sus ojitos para evitar mirar tan cerca la gran cabeza del dinosaurio.

– ¡Súbete! – Le dijo el dinosaurio con mucho entusiasmo.

Entonces Gabriel y el Purusaurus emprendieron un viaje fantástico por las montañas. ¡No eran cinco! ¡Sino cientos de dinosaurios!

– ¿Ves?, somos muchos y vivimos escondidos aquí entre la sierra, para que nadie nos quite nuestra hermosa libertad.

El dinosaurio fue más rápido y giró hacia la derecha, sobrevolando la ciudad que camina.

– La razón por la que la ciudad de tus abuelos se está achicando, es porque nosotros corremos y saltamos y como somos tantos y tan gigantescos, eso hace que la tierra se mueva mucho.

– Todos los dinosaurios somos muy amistosos, no pienses lo contrario. – Siguió diciéndole el Purusaurus a Gabriel.

– No te preocupes, les diré a todos los demás dinosaurios que nos vayamos a vivir detrás de las lagunas, después de todo, hay más montañas inmensas y un gran espacio donde podremos vivir, así estarán a salvo todos ustedes y podrán seguir viviendo en La ciudad que camina.

– ¿Estarán a salvo ustedes?, – preguntó Gabriel un poco preocupado.

– Sí, como te dije, más allá de las lagunas, hay muchísimas montañas que poblar.

El dinosaurio descendió y dejó delicadamente a Gabriel sobre unos arbustos justo detrás de la plazuela.

Gabriel regresó muy feliz a casa de sus abuelos después de haber vivido la historia más emocionante de su vida. Durante esa madrugada cayó mucha lluvia e incluso hasta rayos y relámpagos sobre la ciudad que camina. Pero al día siguiente se sintió una enorme serenidad, inmediatamente después de despertar, Gabriel salió hacia el balcón desde donde observó el Cerro Guitiligún lejos, muy lejos.

– El sonido de la lluvia, los rayos y relámpagos evitó que todos sintieran el movimiento que hiciera la tierra. – Pensó mientras sonreía ilusionado.

– Seguramente así se veía la ciudad también hace treinta años… – siguió sonriendo mientras cerraba los ojos y pensaba en lo feliz que se sentirían sus abuelos y todos los demás habitantes de la ciudad al ver que todo volvía a ser como antes.

Esa misma mañana escuchó decir a sus abuelos que ahora nada los haría dejar su mágica ciudad y así el valiente Gabriel se convirtió en el único conocedor del gran secreto detrás de las lagunas, porque esas enormes y vivas criaturas que ahora le resultaban mucho más fascinantes que nunca, encontrarían gracias a su bondad, la paz que siempre habían soñado.

FIN

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