Matías era un niño de 8 años, muy inquieto y algo travieso, que traía a sus padres de cabeza. Desde hacía ya algún tiempo, Matías sacaba muy malas notas en el colegio, y en parte era, porque era muy perezoso a la hora de ponerse a estudiar, pues prefería jugar…
Matías que era un niño muy listo, un día decidió que si hacía trampa en los exámenes, llevaría buenas notas a sus padres y así él tendría tiempo para hacer lo que realmente le gustaba, jugar.
Así que, para el examen de lenguaje que tenía dentro de unos días, Matías había preparado unas chuletas en el estuche, «¡¡Espero que no me pille la profesora!!«, pensó, sintiendo una especie de cosquilleo por el estómago…
Durante el examen todo iba bien, pues había conseguido sacar las notas para copiar las respuestas en el examen, hasta que de repente, alguien dijo: «Matías, ¿qué tienes ahí?«. Era la profesora de lenguaje que le había pillado copiando en el examen…
«Nada«, respondió Matías avergonzado y con la cara roja como un tomate.
Sin embargo, la profesora sabía perfectamente lo que estaba haciendo, pues le había vigilado durante el examen, ya que le notó muy nervioso.
La profesora le suspendió el examen en el momento, «Matías has suspendido el examen y además, llamaré a tus padres para contárselo», le dijo la profesora. Sigue leyendo