Érase una vez, una muñeca sentada en una estantería, en la habitación de una niña llamada Sofía. La muñeca de Sofía se llamaba Popita, y era su favorita.
A Popita le gustaba siempre sentarse en la estantería porque desde ahí podía ver todo el cuarto de la niña, su pequeña Sofía, a la que ella quería mucho.
Un día, a Sofía se le olvidó cerrar la ventana antes de irse al colegio, y apareció una corriente de aire que subía por la pared hasta la estantería, y Popita cogió frío y se constipó.
Cuando Sofía volvió del cole, se dio cuenta, y le preguntó a su muñeca preferida: «Popita, ¿qué te ha pasado?»
Y la muñeca, mientras se le caía el moquillo, contestó: «Sofía, se te ha olvidado cerrar la ventana de tu habitación, después de que la abrieras para ventilar tu cuarto… Y te fuiste al colegio sin cerrarla…»
Y a continuación la muñeca Popita empezó a llorar…
Sofía, preocupada, le dijo: «No llores Popita, te voy a cuidar muy bien para que te cures ese constipado. Y siento haberme dejado la ventana abierta, no caí en que podrías coger frío…»
Pero Popita le contestó: «No lloro por eso Sofía. Lloro porque Sigue leyendo