Había una vez, un pastorcillo, Nino, que vivía en un pequeño pueblo al lado de una montaña, con verdes prados y un río muy caudaloso, haciendo de aquel pequeño pueblo un sitio encantador, no sólo por la naturaleza que existía allí, sino por la amabilidad de los cien habitantes de este pequeño pueblo.
El pastoricillo, siempre estaba con su rebaño de ovejas, su perro y su burrito. Todos los días, antes de que empezara a salir el sol, Nino, el pastorcillo, ya estaba listo para ir a su corral para ir a ordeñar a las ovejas y cabras de su rebaño, para después salir a pastar al campo con ellas.
Nino, el pastorcillo, aunque ya era algo mayor, se pasaba todo el dia fuera de su casa, y regresaba antes de que se hiciera de noche, tan cansado como su rebaño. Sin lugar a dudas, ser un pastor era una profesión muy sacrificada, pues se requería ser fuerte y estar en buena forma física, pues se pasaba todo el día paseando con las ovejas por el campo todos los días y además, ordeñarlas, para luego tener leche y hacer quesos.
El pastorcillo, cuando sacaba demasiada leche, de ordeñar a las ovejas y a las cabras, Sigue leyendo