En el reino del más allá vivían muchos animales, grandes y pequeños: peros, lobos, zorros, jilgueros, peces, monos, chimpancés, abejas, avispas, caracoles, tortugas, colibríes, pájaros carpinteros,….
Pero a diferencia de otros reinos donde los animales vivían pacíficamente y se ayudaban unos a otros, en este reino ninguno estaba conforme con lo que era, el gato no quería aullar y se esforzaba día y noche en aprender, sin éxito, el ladrillo del perro, los peces querían volar y los pájaros nadar, los chimpancés no querían tener fuerza y querían ser como las hormiguitas, y así sucesivamente…todos se iban contagiando porque creían que los demás hacían cosas más importantes de las que ellos sabían hacer, y creían que así serían más respetados y queridos por el resto de los animales.
Pero no se daban cuenta que este esfuerzo que en vano hacían todos los días por aparentar otra cosa de lo que en realidad eran, les hacía perder la alegría y lo que es más importante, les hacía olvidarse de que el don que ellos poseían les había sido dado para el servicio a los demás, de tal forma que si no lo entregaban, el resto no se beneficiaría de él, ni cada uno del don de los demás.
Y con este panorama día a día, cada vez era más difícil vivir en ese reino del más allá. Todos tristes, ya no tenían nada para comer, porque ninguno se ocupaba de ello, ya no jugaban, ni reían, ni soñaban…. La vida se les estaba empezando a hacer muy difícil, tanto que ningún animal que se asomaba por allí quería quedarse a vivir con ellos. Sigue leyendo