LAS ESTRELLAS VIVEN ARRIBA Y ABAJO – 2ª Parte

 Cuento Infantil para niños/as; creado por: Marta Herrero

Las estrellitas Eva y Alba estaban emocionadas, sabían que el rey Cardo nunca había tenido a nadie que le ayudara y que se lo pidiera a ellas era todo un honor.Estaban tan nerviosas que no podían ni contestar. Al cabo de un rato de silencio, Alba dijo:

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– Nos encantaría ser tus ayudantes.

Alba, sabía que podía hablar en nombre de las dos. Alba y Eva se conocían muchísimo, desde que nacieron nunca se habían separado.

– ¡ Perfecto! – Gritó el rey, – mañana empezaremos.

Y así fue, como las estrellitas Alba y Eva empezaron a ir con el rey Cardo a todas partes y a ayudarle en todo lo que les decía, una de las cosas que tenían que hacer era acompañar a las estrellas que cumplían seis años y subían por primera vez al cielo. Les explicaban como soltarse y lo bonito que era verlas brillar desde la Tierra.

Eva y Alba aveces se añoraban de no poder estar en el cielo por las noches, de echo es lo que hacen todas las estrellas, menos ellas. Pensaban que también habrían sido felices brillando en el cielo, pero sólo lo pensaban de vez en cuando, el resto del tiempo estaban tan ocupadas que ni se acordaban de que eran estrellas. Quien no piensa alguna vez, que la vida que vive no es la que le gustaría vivir y querría cambiarla, eso pasa cuando solo miramos de frente, si nos giramos y miramos a los lados, nos damos cuenta que somos felices y que lo que nos rodea es lo más bonito que existe.

El pueblo de las estrellas, que su nombre no se puede decir, porque ha sido un secreto de generación en generación y como todo el mundo sabe un secreto jamás se dice, casi nunca pasaba nada diferente.

Un día, cuando ya había amanecido y todas las estrellas habían bajado del cielo, paso algo increíble:

Un arco iris gigante se puso justo encima del pueblo. Era tan grande que mirando al cielo solo se veían sus colores. Todas las estrellas salieron de sus casas al ver aquellas luces de colores tan brillantes. Las estrellitas Eva y Alba corrieron al palacio a  avisar a rey Cardo de lo que estaba pasando.

En  menos de un minuto toda la plaza mayor del pueblo de las estrellitas se lleno por completo, todos miraban al cielo en silencio. La forma de la plaza mayor eran en forma de estrella. La había diseñado la estrella Nicolás, que era el arquitecto.

Todos seguían mirando al cielo, a aquel arco iris enorme que tenían encima de sus cabezas.

De repente, en cada color del arco iris se formó un agujero, al principio pequeñito pero poco a poco iba haciéndose más grande, de cada agujero empezó a salir una luz que descendía lentamente en dirección a la tierra. Del color rojo del arco iris salía una luz roja, del azul, azul, y así con todos los colores. Poco a poco, esas luces fueron tocando la tierra, concretamente, la plaza mayor en forma de estrella se iluminó con siete colores cuando todas las luces tocaron la tierra.

– ¡Mirad! – Gritó alguien. Dentro de las luces había algo, algo que bajaba, no se veía muy bien pero parecían personas. Las estrellas estaban muy sorprendidas y un poco asustadas, casi nunca tenían visitas.

El rey Cardo, Eva y Alba, se pusieron delante de todos, ahora que estaban más cerca, podían ver claramente que lo que bajaba dentro de la luz eran personas, siete, una por cada color. Cuando estas siete personas tocaron el suelo, la luz, automáticamente, se desvaneció.

– Aaaaah!!!!! – Se oyó en la plaza.

Era tan grande el asombro de las estrellas al ver que lo que había bajado del arco iris eran siete princesas, cada princesa llevaba un vestido del color por el que había descendido. Pero, no eran vestidos corrientes, eran como de pintura, porque cuando esos vestidos tocaron el suelo lo pintaron de color, donde estaba la princesa con el vestido amarillo todo el suelo estaba amarillo, donde estaba la princesa lila, todo a su alrededor estaba lila.

Todas las estrellas sabían que aquellas personas eran princesas por sus coronas de una punta  en forma triangular, y así era las coronas que llevaban.

– Perdonar, que os manchemos el suelo de vuestra bonita plaza. – Dijo la princesa del vestido rojo. – Nuestros vestidos no dejan nunca de derramar color. Supongo que sabréis porque estamos aquí, ¿no es así? – Preguntó.

Y el rey las dijo: – Pues no tenemos ni idea, estamos muy sorprendidos de vuestra visita, pero también muy contentos porque casi nunca viene nadie a visitarnos, me llamo Cardo, soy el rey y os doy la más cordial bienvenida.

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Eva y Alba que estaban al lado del rey, se estaban imaginado con un vestido así, de cualquier color. Las estrellas no llevan ropa, van como los animales, tienen una piel que en invierno las protege del frío y en verano las refresca por dentro.

– Nosotras somos Alba y Eva, las ayudantes del rey. – Dijo Eva.

– Encantada de conoceros, -dijo la princesa de rojo, – pero mi visita no es de cortesía, hemos venido por una cosa que ha pasado y entre todos tendremos que encontrar una solución.

El rey comentó que sería mejor ir al palacio, para que las princesas pudieran descansar.

Las princesas dijeron que no era una buena idea ir al palacio porque lo mancharían todo con sus vestidos, allí por donde pasaban dejaban sus colores. Pero el rey tuvo una idea genial, en el jardín tenía siete sillas de madera que la lluvia les había quitado el color, entonces pensó que si las princesas se sentaban allí, cada silla se pintaría automáticamente del color del vestido de la princesa.

El camino hasta el palacio fue, como decirlo, las princesas caminaban juntas y a su paso dejaban sus colores en el suelo, si mirabas atrás veías un arco iris en el suelo, extraordinario, era precioso. Aveces dando un poquito de color a las cosas, cambias de inmediato la manera de verlo y sentirlo.

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