EL SEMAFORO DE CUATRO LUCES

Cuento Infantil para niños; escrito por: El Equipo de Cuentos Infantiles Cortos

En el mundo de los semáforos, la mayoría tenían tres luces, rojo, ámbar y verde, pero había un semáforo un poco especial, que tenía cuatro luces de diferentes colores, tres de ellas eran las de siempre.

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El círculo rojo indicaba que los coches tenían que pararse, el ámbar que pasaran con precaución y el verde daba vía libre a pasar, siempre que se mirase para los dos lados por si venía algún peatón.

En cuanto a las luces con muñecos, el código era el mismo pero para personas en vez de para coches. El muñeco rojo indicaba que se debía estar parado en la acera, el ámbar que si se cruzaba había que mirar dos veces para los lados antes de pasar, y el verde que se cruzara con tranquilidad.

Hasta aquí todo normal, pero este semáforo tenía una cuarta luz de color azul con forma de corazón.

Cuando alguna persona, adulto o niño, intentaba cruzar con esa luz encendida, enseguida saltaba una alarma que sonaba muy estridente, y quitaba las ganas de seguir adelante.

El significado de esa luz encendida era que el pensamiento de la persona que iba a cruzar tenía un matiz negativo, y el corazón azul del semáforo lo detectaba, se encendía y no permitía que cruzase. Así fue como Jaime, un niño de seis años averiguó lo que le pasaba a su madre cuando lo llevaba al colegio.

Cada vez que llegaban al semáforo de las cuatro luces, la alarma comenzaba a sonar, ni él ni su madre eran capaces de cruzar en un rato, hasta que la madre le decía a Jaime:

– «Bueno, pues esperaremos un poco más. Si llegas tarde un día no pasa nada, cariño».

Y de repente, el corazón azul se apagaba y la alarma paraba de sonar, y ellos con una sonrisa en la cara podían llegar al colegio de Jaime a la hora exacta de entrada.

Como siempre pasaba en el mismo momento, lo que dedujo Jaime era que su madre iba estresada por las mañanas, pendiente de que él desayunara, de que su hermana pequeña se vistiera, y de que las cosas de la casa estuviesen medio resueltas a su vuelta para ponerse a trabajar en su ordenador nada más volver, sin entretenerse en nada.

Entonces un día, Jaime le dijo a su madre:

– «Mamá, vamos a hacer que hoy no se encienda el corazón azul. Mira, ya he desayunado, y María ya se ha vestido. Tienes tiempo de preparar cosas de la casa para que cuando llegues te pongas a trabajar inmediatamente. ¿A que ahora te sientes más tranquila?».

La madre con una amplia sonrisa en la boca, le dijo a su hijo:

– «Seguro que hoy no se enciende la luz azul, porque me siento feliz de que seáis mis hijos y de que me ayudéis de esta forma».

Y así fue, ese día llegaron incluso antes de tiempo a la puerta del colegio, y esto mismo sucedió desde entonces todos los días. Jaime y su madre habían dejado atrás los pensamientos negativos, y en el día rendían mucho más, y sonreían siempre.

¡Ah!, y el semáforo de las cuatro luces seguía haciendo su trabajo hasta que un buen día consiguió no volver a encenderse nunca más.

FIN

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Un pensamiento en “EL SEMAFORO DE CUATRO LUCES

  1. tania

    me gustó mucho porque yo tengo 3 hijos, uno de 13 años, otro de 7 años y una bebe de 2 añitos; y aprendieron a valorar el amor que como madre les damos y todo lo que nos esforzamos por ellos. Gracias por realizar cuentos tan valiosos como lo son los valores

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