Pancho decía que todo lo que escribía era su pasión, y que lo único que necesitaba era un papel en blanco y algo para escribir para sentirse pleno y feliz.
Un buen día se despertó de mal humor. Algo en su interior le hacía sentirse raro y le paralizaba a la hora de escribir.
Pancho se lo tomó como un día de descanso, porque por mucho que intentara empezar a plasmar ideas, le resultaba imposible.
Así pasó el día, y al día siguiente lo mismo.
– «¿Será que ya no sirvo para esto?», – se preguntaba Pancho muy asustado.
Sus padres intentaban tranquilizarle diciéndole:
– «Pancho, solo tienes diez años. Creemos que debes hacer cosas de niños de tu edad, y más adelante retomarás la escritura, cuando crezcas y disfrutes de tu niñez».
El niño quedó convencido, y a partir de ese momento cambió los artilugios de la escritura por piezas de puzzle, rompecabezas y juegos educativos.
La calidad de vida de Pancho mejoró muchísimo, jugaba todos los días con sus amigos, aprendía cosas nuevas en el colegio, y además era el primero de la clase en temas relacionados con el lenguaje y la escritura. Así él mismo pudo comprobar que su don para escribir, era algo que nunca iba a perder.
Cuando cumplió 18 años, la confusión sobre a lo que dedicarse afloró en su cabeza. Parecía que después de haberse desvinculado de la escritura, que tanto le gustaba, ahora no tenía tan claro retomarla y llegar a ser un buen escritor, ¡Pancho estaba confundido!.
Pidió consejo a sus padres y a sus profesores, los cuales le dijeron que nadie mejor que él sabría a qué dedicarse el resto de su vida. Entonces, algo pasó que le hizo decidir lo más apropiado.
Su mejor amiga, Victoria, había tenido una vida similar a la suya pero en el ámbito de las matemáticas, también desde pequeña había estado dedicada plenamente a los números y los cálculos, y en un momento determinado comenzó a disfrutar de la infancia que le pertenecía.
Ahora Victoria y él se enfrentaban a la misma pregunta, – «¿a qué nos dedicamos en la vida?».
Aún tenían tiempo de decidirlo, así que se fueron juntos de viaje de fin de curso con el resto de la clase. En el viaje lo pasaron divinamente, y disfrutaron de su merecida adolescencia, y al volver ambos tenían clarísimo su futuro profesional.
Pancho y Victoria eran tan amigos que se hicieron inseparables, juntos iniciaron un negocio pensado para niños, relacionado al mismo tiempo con las letras y los números.
El incipiente escritor de relatos de todo tipo, ya no estaba tan confundido como lo estaba al principio, ahora sabía cual iba a ser su destino en la vida, y quería compartirlo con todos aquellos que siempre le habían apoyado.
El negocio que abrieron tuvo mucho éxito entre todos los niños de la zona donde vivían Pancho y Victoria. Victoria era la animadora de las actividades infantiles, y Pancho gestionaba el centro organizando esas actividades.
Ambos eran muy felices, y se dedicaban a lo que querían aunque de una manera encubierta. Victoria animaba las actividades con numeraciones, operaciones y algoritmos que nadie entendía, y Pancho se comunicaba a través de la escritura y conseguía grandes negociaciones por su formar de expresarse y escribir.
Finalmente comieron perdices y tuvieron muchos hijos, a los que les encantaban las matemáticas y la escritura. La confusión que sintieron en un principio nunca más les invadió al tener que tomar ninguna decisión, eran personas fuertes, con fuerza de voluntad, y muy muy muy felices.
FIN
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