Los conductores apurados, protestaban contra aquellos que demoraban el tránsito. Todo, a un ritmo vertiginoso y enloquecedor, lo único discordante era aquello, lo que estaba allí, sí eso, eso de allí …… oscura, silenciosa y abandonada …., abandonada? Parecía, pero será?.
El comienzo de un nuevo día llegó, y el sol brilló con majestuosidad en la casa abandonada, un fuerte estruendo se escuchó. Sobresaltado y medio dormido, se despertó. Observó por la diminuta ventana y…… ¡que sorpresa! No podía creerlo. Desesperado corrió y se deslizó por las galerías del agujereado árbol. Una vez abajo, “Don Hormiga” anodadado vio como una legión de gigantes con cascos amarillos y ropas grises, rompían todo con grandes martillos.
Una extraña máquina con cadena y una gran bola, destrozaba las paredes de la casa, que caían por doquier. Don hormiga un gran salto tuvo que dar, unas enormes botas se abalanzaron y apunto estuvo de ser aplastado. Trató de llegar donde habían cultivado los hongos, pero fue inútil. Los pies de los gigantes estallaban con gran estruendo a su lado.
Asustado volvió, llamando urgente a reunión familiar. Enmudecidos escucharon y boquiabiertos observaron el desagradable panorama. Comprendieron que urgente de allí debían marcharse.
– «Pero.. ¿como ?, ¿a donde?» – se preguntaron.
– «No estoy seguro» – dijo Don Hormiga.
– «Enfrente podría ser una buena opción».
– «Con mis prismáticos he visto a muchos de los nuestros en la plaza de comidas» – agregó.
– «Pero ¿como llegaremos hasta allí?» – preguntó Doña Hormiga. – «Deberíamos cruzar la Gran Avenida.
– «Lo se, lo se.» – Contestó con gesto de preocupación. – «Algo se me ocurrirá».
– «Mientras y hasta que decida como marcharemos, deberemos salir lo menos posible, fuera es muy peligroso».
Los niños Hormiguin y Hormiguita, ajenos a los temores de sus padres, veían emocionados como su primer gran aventura, estaba por comenzar. Mudanza, viaje, ¡qué emoción!.
Don Hormiga tardó unos días en decidir y una exploración quiso realizar.
La demolición había tomado un ritmo más lento al del comienzo y les había dado un respiro.
– Cuando Mariposa se acerque a la vereda, yo saltaré con el paracaídas y …. «. – oooooohh. – exclamaban los niños con un brillo de orgullo en sus ojos.
– «¿Pero y para volver?» – preguntó Doña Hormiga.
– Todo bien, todo bien. – Contestó el agrandado Don Hormiga.
– Con mis antenas transmitiré un mensaje para que envíen a Mariposa por mí.
Y así fue, el momento del despegue llegó y Mariposa puntualmente aterrizó. El “Comando Hormiga ”, enfundado en oscuras ropas y casco, se despidió ante la algarabía de los niños y el temor de su esposa, con un addío familia, addío.
En el aire, Mariposa voló alto, muy ágilmente, mientras el “Comando“ mucho más temeroso y menos valeroso se aferraba fuertemente a ella.
– «Que lejos estaba el suelo». – pensó. – «¡Cáspita!
Mariposa aleteó un poco más y pronto sobrepasaron la Gran Avenida.
Una vez en el objetivo del salto, Mariposa descendió y Don Hormiga aterrado se preparó.
A la voz de ya cerró los ojos y saltó al vacío. El efímero paracaídas a las mil maravillas funcionó, pero una imprevista ráfaga de viento llevó a eéste hacia la fuente de agua existente en la plaza de comidas. Con tan mala fortuna que allí dio con todos sus trastos y gran chapuzón conquistó. En un santiamén pasó de comando-Hormiga a Hormiga- rana. Como pudo chapoteó y con sus seis patitas casi la orilla alcanzó, cuando …… poofff. Unos niños jugando en el agua embolsaron con las manos a Don Hormiga, arrojándolo lejos, el cual prolongando su mala racha, encima de un minino cayó. Este sintiéndose mojado, locamente corrió maullando sin parar. Y el fugaz “Hormiga-rana” rápidamente paso a ser “Hormiga-saltarín”, pues en un continuo bamboleo se hacía como podía de los húmedos pelos del micifuz .
Cuando el asustado gato cruzar la Gran Avenida pretendió, bruscamente se frenó …… tuuuuu, tuuuu……. – sonaron potentes los bocinazos del camión. Así, ante la repentina frenada , Don hormiga al medio de la calzada fue despedido.
Todo sucedió muy rápido y entre susto y susto, perplejo quedó. Mientras los vehículos le rozaban de un lado y otro. Como pudo llegó al lado contrario.
Era Domingo, hacía calor y la obra estaba vacía. Por lo cual Hormiguín y Hormiguita aprovechaban para chapotear en el agua de una tapita.
– «Papi, papi», – gritaron cuando lo vieron acercarse al gran jardín.
Extenuado, arrastrándose entró a la casa. Una vez reunidos, el fracaso de su expedición contó.
Indecisos estuvieron, hasta que Doña Hormiga con voz imperante, dijo:
– «Debemos el gentil ofrecimiento de Don Palomo aceptar».
De acuerdo estuvieron y a empacar se pusieron. El momento de la partida final llegó y en sendas mochilas sus pertenencias guardaron. Cuando Palomo arribó con una improvisada cabina adosada en su espalda, raudamente subieron y el cruce iniciaron.
Con el vigoroso vuelo de Palomo velozmente rebasaron la Avenida y al llegar los depositó próximo a la plaza de comidas.
Agradecida la “Familia Hormiga” despidió a Don Palomo con los máximos saludos.
– «Dejemos aquí las mochilas». – Dijo Don Hormiga, descargando la suya e iniciando la ascensión de un montículo de piedra .
Todos obedecieron y le siguieron. Ya en la cima del montículo, extasiados vieron como cerca existía una verdadera colonia de hormigas. Obreras, soldados, campesinas, hilanderas, todas allí estaban. Millares de ellas. Habitando y circulando por sus múltiples galerías, yendo continuamente de un lado a otro.
Ellos, sin salir de su embobamiento, en un emotivo abrazo se fundieron, contentos de haber logrado el difícil cruce y entre los suyos poder estar.
Atrás, había quedado el frenesí de la loca avenida.
FIN
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