GINCEA: VEYDA, LA NAVE DE LOS VINTOR

RELATO CORTO

Nº 10 de la serie «GINCEA»

La decadencia de los vintor había llegado a un extremo inimaginable, no solo para ellos, también a los linava les resultaba difícil comprender cómo pudieron llegar a ese extremo. Los niveles adquiridos en tecnología, organización social, cultura, etc. habían caído generación tras generación desde que se empezaron a notar los efectos del cambio climático y se hizo patente la escasez de recursos energéticos. Habían desaparecido todos los centros de almacenamiento de la información. El conocimiento, la ciencia y la cultura se fueron diluyendo hasta quedar reducidos a la memoria de algunos vintor, que se esforzaban en trasmitirlos a las futuras generaciones en soportes tan ineficientes como primitivos. Pero los vintor estaban más preocupados por la supervivencia que por la ciencia y la cultura.

Ahora, con el plan trazado por los linava, se les estaba concediendo una oportunidad que no debían dejar escapar. Así lo entendían los dirigentes de una comunidad vintor, cuyo objetivo era convencer a otras comunidades de que aceptaran el plan linava. Los vintor, que no tenían precedentes históricos de una integración en una sola comunidad planetaria, ahora tendrían que ponerse de acuerdo en algo. Si hubieran cultivado el diálogo, posiblemente no estaría ahora Gincea desolada ni los vintor a punto de desaparecer. Sería un milagro que, en la más profunda decadencia, fueran capaces de conseguirlo. El tiempo transcurría sin que fuera posible el acuerdo. Entretanto, algunas comunidades vintor seguían desapareciendo y el número de seres vintor disminuyendo.

Los linava seguían pensando que no deberían intervenir en la historia de los vintor, salvo situaciones extremas. Observaban cómo se iba reduciendo su número, pero su último plan ya estaba trazado y el destino de los vintor decidido. No intervendrían en tanto hubiera un millar de vintor disponible para completar las plazas de Veyda, la nave destinada a perpetuar la civilización vintor en otro planeta.

La ineptitud de los dirigentes de la mayoría de las comunidades vintor había impedido el acuerdo entre ellos para adoptar el plan linava. Si cabe, este plan había provocado en los vintor un incremento de sus rencillas, luchas y decadencia. Los linava asistían incrédulos a esta situación, sin que su estricta observancia de la neutralidad les permitiera impedirla. Su plan no funcionaría a la perfección, pero sí recurrirían a la fuerza para que un millar de vintor, elegidos en última instancia, viajaran en Veyda.

Existían varias factorías linava orbitando a Gincea, especializadas en diversos componentes y artilugios espaciales. En la más grande, se construía Veyda, la nave especialmente diseñada para albergar a los vintor durante un largo viaje interestelar. Veyda era una nave absolutamente autónoma, como si se tratara de un planeta libre y capaz de sustentar indefinidamente a sus habitantes. Solo le faltaba disponer de una estrella propia que le suministrara la energía estelar necesaria, pero entonces no sería libre. Las necesidades energéticas serían cubiertas por la energía estelar lejana y las radiaciones de fondo. En el caso de precisar energía adicional durante el viaje, estarían orbitando alguna estrella hasta almacenar la energía nuclear necesaria, desde la energía estelar intensa. Para los vintor era un viaje sin retorno, sustentado en las evidencias científicas sobre la existencia de planetas similares a Gincea en la galaxia. Por lo tanto, la duración del viaje era desconocida y también su destino.

Veyda funcionaría como una ciudad autónoma, capaz de albergar a un millar de seres vintor y a más de dos millares de seres linava, entre tripulación, científicos y todos los servicios necesarios. Todos los servicios y equipos clave estaban dotados de triple redundancia. Además, disponía de la reserva de espacio para dar cabida al incremento de seres que tendría lugar durante el largo viaje. En sus bodegas llevaría los materiales precisos para cubrir todas las necesidades de mantenimiento y hacer frente, en caso necesario, a una posible escasez de partículas espaciales. Las comunicaciones estarían garantizadas hasta una cierta distancia desde Gincea, en una primera etapa del viaje y en la última etapa del regreso, varios geriones después. Entre tanto, los datos serían almacenados en Veyda para su análisis posterior.

Los científicos linava eran conscientes de la incertidumbre que se cernía sobre la expedición, al desconocer los riesgos del espacio en lugares alejados de Gincea y fuera del alcance de sus instrumentos. Tenían experiencia de viajes a las estrellas cercanas, hasta donde habían enviado misiones exploratorias y nunca habían estado incomunicados con Gincea. Pero sabían que las sondas no tripuladas, enviadas a los confines de su mundo explorado, habían perdido la comunicación con Gincea en un momento dado y que las habían recuperado después en su retorno. Los científicos linava no tenían una explicación clara a esta pérdida de comunicaciones, existiendo diversas teorías al respecto. Lo que sí tenían claro es que su mundo explorado era una ínfima parte de la galaxia y que deberían insistir en su empresa de encontrar planetas habitables. Este asunto ya era urgente, debido a la situación de los vintor.

Excepto el millar de seres vintor, todos los demás que habitarían Veyda lo hacían voluntariamente y estaban suficientemente preparados para la misión. La nave Veyda ya estaba preparada para la aventura.

Relato corto escrito por Lucía Nante

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