EL ESCARABAJO Y LA ABEJA

En un esplendido campo de margaritas vivía Gregorio, un escarabajo curioso y observador que se maravillaba del mundo que le rodeaba. Solía salir a procurarse su sustento al amanecer, al contrario que sus congéneres. Le gustaba disfrutar de lo que le ofrecía el día, ya que la noche le parecía monótona y poco adecuada para contemplar la belleza que le rodeaba.

Cuando ya el sol estaba alto, le gustaba mirar hacia arriba y contemplar esos largos tallos verdes terminados en un cáliz ribeteado de la alterna blancura y salpicada de matices amarillos entre los que se filtraba el sol. Esto le producía una sensación fantástica que le proporcionaba, además de calor, la felicidad que le impulsaba a vivir el momento día tras día.

Cierto día, estaba absorto en su contemplación cuando una abeja, también curiosa, detuvo su vuelo posándose sobre una margarita y asomándose al borde le dijo: Hola escarabajo ¿qué estás mirando? A lo que Gregorio respondió, saliendo de su asombro: Estoy observando el mundo que me rodea y que me fascina cada día. Pero, ¿qué clase de ser eres tú, que viene de otro mundo y que me mira desde mis margaritas? Gretel, que así se llamaba la abeja, respondió: soy una abeja y me llamo Gretel, y tú ¿cómo te llamas? Mi nombre es Gregorio y soy un escarabajo. Ya lo sé, respondió la abeja. Las abejas conocemos todo lo que está debajo de nosotras porque recorremos grandes distancias volando de flor en flor.

Escarabajo y abeja

Gregorio conocía otros muchos seres como hormigas, gusanos y arañas. También otros más grandes de los que se tenía que esconder para que no peligrara su vida. Pero no se había percatado de que existían las abejas, por lo que hoy tenía un motivo más para maravillarse. ¿Y qué hacéis las abejas volando de flor en flor? Gretel explicó a Gregorio que las abejas se dedicaban a recolectar el polen de las flores para fabricar miel y cera y que hoy se había sentido atraída por el inmenso campo de margaritas que prometían un abundante polen. Gregorio no conocía esa palabra, atreviéndose a preguntar: ¿Qué es el polen y qué tiene que ver con las margaritas?

Gretel comprendía la curiosidad de Gregorio porque ella era curiosa y le explicó todo lo que sabía sobre el polen. Gregorio, confundido, le confesó que creía conocer muy bien a las margaritas pero nunca había visto el polen. Gretel le dijo que las abejas veían el polen de las margaritas y de todas las flores porque las ven desde arriba y que él no podía verlo porque no sabía volar.

Gregorio, después de un momento de reflexión, dijo a Gretel: Explícame cómo son las margaritas desde arriba. Gretel, entusiasmada con la oportunidad de relatar el maravilloso mundo que ella podía observar, le dijo: Imagínate un mar de colores blancos, amarillos y verdes sobre el que la suave brisa provoca olas en las que el sol compone una sinfonía de fantásticos destellos. Gregorio, de inmediato, comprendió la sensación de Gretel, porque era la misma que él sentía cada día. Lo que no podía comprender es porqué Gretel describía a las margaritas de esa manera.

Gregorio se apresuró a comunicar sus sensaciones a Gretel, incluso se refirió a la música de las margaritas cuando son atravesadas por una suave brisa y que ella no podría oír mientras volaba por encima. Gretel le dijo: Yo también oigo a las margaritas, pero de diferente forma. Explícame, digo Gregorio. Entonces Gretel le respondió: ¿Te acuerdas cuando te dije que veía una sinfonía de destellos? Pues dentro de mí se transforman en música y así oigo a las margaritas.

Gregorio no podía comprender lo que veía y lo que oía Gretel, pero sí comprendía que pudiera sentir las mismas sensaciones que él en relación a las margaritas. No dudó en invitar a Gretel a que bajara de las margaritas y las contemplara desde el suelo, donde él estaba. Gretel aceptó la invitación y bajó a su lado. Ambos, miraban extasiados hacia arriba participando de las maravillosas vistas.

Después de un rato de contemplación, Gretel confesó a Gregorio que no se podía imaginar esa forma de ver las margaritas y que comprendía la sensación que le había relatado porque ella la sentía de igual manera. Era una lástima que Gregorio no pudiera compartir con ella su visión desde el otro lado, al no poder volar. Pero, lo importante, era que sentían las mismas sensaciones cuando contemplaban a las margaritas y ese, el mundo de las sensaciones, era el que podían compartir ambos.

FIN

Escrito por Lucía Nante

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5 pensamientos en “EL ESCARABAJO Y LA ABEJA

  1. Bea

    La capacidad del escarabajo de mirar hacia arriba es la más difícil de conseguir… en cambio, la abeja pocas veces mirará más arriba de lo que vuela.

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